viernes, 9 de septiembre de 2011

Verano.


Pasaron los meses, el joven seguía quebrado; ni si quiera la docena de chicas que desfilaban por su cama cada mes eran capaces de alegrarlo. En una ocasión, una de esas chicas puso atención en el departamento del joven, se encontró con el retrato de una mujer rubia, hermosa, de ojos brillantes y azules.
—¿Quién es?  Le pregunto al joven.
—Es mi madre.
—¡Pero qué bella es! ¿Dónde se encuentra ella ahora?
—Está muerta. Murió de amor.
—¿Cómo se puede morir alguien de amor?
—Abandonada.

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