Llovía como si el diluvio mismo hubiera empezado... ambos viajábamos en un taxi; ella, un poco empapada y con los cabellos escurriendo decidió recargarse en mi hombro. En el estéreo del taxi empezó a sonar esta canción.
Yo incliné mi rostro hacia ella y de repente la mojada piel de mi cara estaba rozando su fría nariz. Tuvimos nuestro Primer Gran Beso.
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