viernes, 9 de septiembre de 2011

Primavera.


Pasaron varios años, la madre un día se murió, como mueren todos. Era su funeral, un funeral con poca gente, una madre divorciada es una mujer olvidada. Los asistentes: su hijo, destrozado. El ex esposo, padre del joven que lloraba, la nueva pareja de ese hombre que veía a su primer esposa muerta también acompañaba a los presentes en su dolor al igual que una decena de personas más sin importancia que lloraban o fingían que la mujer rubia les importó. El joven, quien acababa de dejar atrás la adolescencia (al menos físicamente) se acercó a su padre, lo observó a los ojos y fríamente dijo.
—Hubiera preferido que fueras tú el muerto.
El hombre no pudo con esas palabras, todo su cuerpo tembló y después de unos segundos cayó al piso gimiendo.
Su actual pareja se acercó al joven y le dijo al oído.
—Has sido muy duro con él. Por favor, ¡pídele perdón a tu padre!
—Eso es lo que pensaba hacer… hasta hace un segundo y medio, pero si me lo dices ya no puedo pedirle perdón. Nunca se piden esas cosas “por favor”, ¡Eso no es así! ¡”Por favor” que no se haya muerto mi madre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario