lunes, 12 de septiembre de 2011

¿De qué sirve que te sepas el nombre de las estrellas y de las constelaciones, si no tienes una acompañante que quiera conocer el cielo por las noches?

Esa frase la escribí en mi Facebook hace un año exactamente durante la madrugada. Estaba impresionado porque fue uno de mis ‘estados’ de esas fechas que tuvo más Likes de los que estaba acostumbrado a recibir…

Ese mismo día durante la tarde empecé una relación con una chica. Fue una relación muy, MUY breve. Fue un noviazgo que todo mundo se esperaba, las felicitaciones no se hicieron esperar y empezaron a llover buenos deseos para cada una de las partes. En cuestión de los mentados Likes de Facebook, mi cambio de Situación Sentimental de ‘Soltero’ a ‘Tiene una Relación con:’ tuvo más de 40 manitas con el pulgar levantado en señal de aprobación. El caso es que esos cuarenta y tantos Likes valieron para puras calabazas porque al cabo de diez días, yo empacaba y cargaba mis maletas para regresar al bosque de los solteros. Y aun así no se me hizo tirarme en el pasto durante las noches con mi nueva novia para decirle uno por uno los nombres de las constelaciones y las estrellas junto con las historias que ellas albergan y que he ido aprendiendo poco a poco a lo largo de mi vida.

No puedo creer que ya haya pasado un año desde mi última relación. Un año desde que el último ‘¿Quieres ser mi novia?’ fue aceptado y abrazado con un ‘¡Sí quiero! Y tú ¿quieres ser mi novio?’.

En pocos días cumpliré un año como soltero oficial, tiempo en el que puedo presumir que no he tenido novia, sin embargo no puedo permitirme decir que en ese tiempo he estado sólo, pues sería desvalorizar a tan invaluables mujeres que he conocido (o que ya conocía) y que me despojaron de ese sentimiento de soledad que de pronto me acecha durante albas y ocasos. Algunas de esas mujeres ya se han ido; unas por cuenta propia, otras por decisión mía, hay mujeres desaparecidas, mujeres que ahí siguen, mujeres que se fueron y que ahora regresan… sea cual sea el caso, son almas que jamás serán olvidadas porque todas y cada una de ellas ayudaron, ayudan o ayudarán a forjar la persona que soy y que seré el día de mañana. Me siento agradecido. Luz y estrellas para ustedes…

…Y yo sigo sin poder compartir mis conocimientos astronómicos.

Estaba pensando que si te sigo queriendo a estas alturas, tengo que decírtelo... y además, tengo que decírtelo ahora.

Es verdad que nos quedan muchas cosas por vivir, pero tampoco sabemos que cosas son. No sé tú, pero yo no quiero que mi vida esté condicionada por las cosas que supuestamente tengo que vivir, ya no quiero pensar más en lo que me estoy perdiendo; nos podemos pasar la vida pensando que nos gustaría estar en otra parte, ¡pero es absurdo!, es pura arrogancia… sólo te hace ser infeliz, te lleva a la frustración permanente. Ya no quiero ver la vida así. Me gustaría ser más feliz y disfrutar al máximo lo que tengo. Empezar a solucionar todo por allí. Sé que te quiero y que estoy muy enamorado de ti, eso siempre lo he sabido, pero cuando nos alejábamos pensaba que me podía permitir desperdiciar eso, pensaba que podía permitirme renunciar a ti por otras cosas que no tengo idea de lo que son y yo sólo sé que quiero estar aquí ahora. Sólo sé que te quiero y que estoy muy enamorado de ti. Venga, también sé que eso ya te lo dije, pero es que llevaba tanto tiempo sin decir algo así que me gustaría decírtelo más veces, estar contigo de nuevo y quererte mejor que antes, pero si tú no quieres, está bien… tú harás tu vida por un lado y yo haré la mía por el otro… eso sería una estupidez, claro una estupidez. No creo que seas la única mujer en el mundo, sé que hay muchas mujeres que me podrían gustar, mujeres de las que me podría enamorar. Seguramente hay más hombres aparte de mí, de los que te podrías enamorar y que seguramente se enamorarán de ti los muy cabrones…

Tampoco es nostalgia: me acuerdo de los momentos difíciles, de las discusiones que tuvimos… sé que si volvemos a empezar ahora, poner todo de nuevo en marcha, saldremos adelante como todas las parejas… pero no quiero pensar en eso ahora, porque ahora estoy aquí escribiéndote esto mientras observo una fotografía tuya. Me gusta tu cara, aquí, ahora, bajo esta noche con vientos que azotan las ramas de un árbol contra mi ventana, con esta luz que proyecta una lámpara y la pantalla de mi ordenador. Ahora, me gusta verte y me encanta estar escribiéndote esto. Justamente AHORA, no cinco minutos antes ni cinco minutos después.

Carta de Despedida.

He estado intentado convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer. Puede resultar doloroso, pero no tiene porqué ser una tragedia. Si nunca dejase a nada y a nadie, no tendría espacio para lo nuevo…

Evolucionar constituye una traición… una infidelidad a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Cada día debería tener al menos una infidelidad esencial… una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro, una afirmación de que las cosas pueden ser no sólo diferentes, sino mejores.

—"Todas las canciones hablan de mí".

La Paradoja Matemática de la Nostalgia.

Cuanto mayor es el tiempo que hemos dejado atrás, más irresistible es la voz que nos incita a volver. Esta sentencia puede parecer algo común, sin embargo es falsa. El ser humano envejece, el final se acerca, cada instante pasa a ser siempre más apreciado y ya no queda tiempo que perder con recuerdos. Hay que comprender la paradoja matemática de la nostalgia: ésta se manifiesta con más fuerza en la primera juventud, cuando el volumen de la vida pasada es todavía insignificante.

“La Ignorancia” - Milan Kundera.

No me acuerdo de nuestro primer beso porque todavía no termina...

Llovía como si el diluvio mismo hubiera empezado... ambos viajábamos en un taxi; ella, un poco empapada y con los cabellos escurriendo decidió recargarse en mi hombro. En el estéreo del taxi empezó a sonar esta canción.



Yo incliné mi rostro hacia ella y de repente la mojada piel de mi cara estaba rozando su fría nariz. Tuvimos nuestro Primer Gran Beso.





viernes, 9 de septiembre de 2011

Casualidades.

Es increíble… es como si supieras (aunque de verdad sí lo sabes, pero me sorprende que aun recuerdes) que es lo que me vuelve loco, lo que me mata. ¡Qué a gusto recordar cuando me presentaste ante tu familia antes de una discusión sobre ciudades y lugares del mundo! ¡Qué a gusto que mencionaras el detalle sobre esa plática cuando te preguntaron “¿Y a ti dónde te gustaría vivir?” y que tú te paraste, tomaste mis manos y dijiste “Con él”!

Noviembre.


Había caminado demasiado… no había ni rastro de su “hermanastra”. No conocía ni su nombre, así que no podía gritar y llamarla por su nombre entre tanto copo de nieve. Ante ese escenario solitario, congelado y sin colores se deprimió aun más, estaba decidido. Iba a ver a su madre esa misma tarde. 
Colocó el trineo en la nieve que enfriaba sus pies, subió a él y se impulsó hacia una pendiente a la que no se le veía fin. En cada metro que recorría sobre el trineo iba adquiriendo una velocidad vertiginosa. De pronto se escuchó una voz femenina que le gritaba.
—¡Detente! ¡Vas muy rápido! ¡Frena! ¡Vas hacia un precipicio!
Esteban escuchó esa voz como si alguien le estuviera susurrando al oído, sintió el calor del aliento de esas palabras, pero no quiso detenerse. Quería morir y abrazar a su madre de nuevo. Llegó al fin de la pendiente y se encontró con el precipicio, cayó unos diez metros, quizá menos. Durante su caída, él sentía que volaba, que soñaba, imaginó a su madre y cuando tocó el piso, del golpe quedó inconsciente. 
Al cabo de un rato despertó, vio que se encontraba entre nieve blanca y pensó: “¿por qué no estoy muerto, acaso soy como un gato y tengo varias vidas? Yo no sé cuantas vidas me queden pero en este momento sólo me interesa vivirlas todas con ella, volver con mi madre. Esquiar hacia arriba”.

Otoño.


En un intento por reconciliarse con su hijo, el padre invitó al joven a pasar un tiempo en una cabaña muy al norte de su ciudad, una cabaña cerca de unas montañas en las que hacía frío y caía nieve durante casi todo el año. Sabía que su hijo amaba el frío y que esquiar en esas montañas podría ponerlo de buenas.
Cuando entraron a la cabaña en donde hacía frío, fueron recibidos por la pareja de su padre, a quien el joven no sentía ganas de llamar “madrastra”. La madrastra hizo de comer y alimentó a su pareja y a su hijastro.
—Sofía, ¿dónde está tu hija?
—Ha ido arriba, a la montaña, debe estar esquiando. Esteban, ¿por qué no vas a buscarla? Sirve que se conocen.
El joven Esteban emprendió su marcha, subiendo la montaña entre el frío atardecer. En sus hombros llevaba un trineo. Durante su ascenso, empezó a llorar, extrañando a su madre. Su culpa era tan grande que también incluía a ese hermoso lugar.

Verano.


Pasaron los meses, el joven seguía quebrado; ni si quiera la docena de chicas que desfilaban por su cama cada mes eran capaces de alegrarlo. En una ocasión, una de esas chicas puso atención en el departamento del joven, se encontró con el retrato de una mujer rubia, hermosa, de ojos brillantes y azules.
—¿Quién es?  Le pregunto al joven.
—Es mi madre.
—¡Pero qué bella es! ¿Dónde se encuentra ella ahora?
—Está muerta. Murió de amor.
—¿Cómo se puede morir alguien de amor?
—Abandonada.

Primavera.


Pasaron varios años, la madre un día se murió, como mueren todos. Era su funeral, un funeral con poca gente, una madre divorciada es una mujer olvidada. Los asistentes: su hijo, destrozado. El ex esposo, padre del joven que lloraba, la nueva pareja de ese hombre que veía a su primer esposa muerta también acompañaba a los presentes en su dolor al igual que una decena de personas más sin importancia que lloraban o fingían que la mujer rubia les importó. El joven, quien acababa de dejar atrás la adolescencia (al menos físicamente) se acercó a su padre, lo observó a los ojos y fríamente dijo.
—Hubiera preferido que fueras tú el muerto.
El hombre no pudo con esas palabras, todo su cuerpo tembló y después de unos segundos cayó al piso gimiendo.
Su actual pareja se acercó al joven y le dijo al oído.
—Has sido muy duro con él. Por favor, ¡pídele perdón a tu padre!
—Eso es lo que pensaba hacer… hasta hace un segundo y medio, pero si me lo dices ya no puedo pedirle perdón. Nunca se piden esas cosas “por favor”, ¡Eso no es así! ¡”Por favor” que no se haya muerto mi madre!

Invierno.


Una pareja atravesaba un divoricio… el motivo: un hombre infiel.
Pasaron meses y le pidieron a su hijo que decidiera con quien deseaba vivir, el niño escogió a su madre, una mujer rubia, preciosa y de ascendencia alemana. 
En una ocasión, el niño escuchó a su madre llorar… se levantó abrió la puerta de su habitación y vislumbró a su madre sentada en la sala, sollozando. El párvulo se le acercó, le dio un abrazo fuerte y acariciando su cabello dijo. 
—No entiendo como es que te dejó de querer…
Su madre, limpiándose las lágrimas le contestó.
—Esas cosas no se pueden entender… pasan y ya, como el invierno. Tu padre es un hombre bueno, él no tiene la culpa de lo que está pasando.
—¡Sí la tiene! Y él no es bueno. Tú, madre, simplemente dices eso porque le sigues queriendo…